jueves, 11 de junio de 2009

Tienes derecho a ser feliz.

El extremo del amor

Fuente: Catholic.net
Autor: Marcelino de Andrés


Ya has descubierto el secreto para ser auténticamente feliz. Ya has visto el camino seguro que te guiará hasta la conquista de esa cumbre. Ya has encontrado el fundamento inquebrantable sobre el que podrás asentar tu dicha perenne. Bien, y ahora..., ¿qué?
Ahora sólo te falta una cosa. Lánzate con decisión a esa gran conquista en tu propia vida. No olvides que eso que buscas se encuentra más cerca de tí de lo que te imaginas. Lo llevas dentro.

¡Ah...! Y recuerda nuestro secreto y sus matices:

La verdadera felicidad (la máxima posible) consiste en poseer a Dios (único Sumo Bien) amándolo sin límites (hasta el extremo del amor).

Seremos de verdad felices sólo cuando comencemos a realizar por amor lo que Dios quiere de nosotros en la vida.

No basta amar a Dios en el cumplimiento de lo que le agrada: hazlo con autenticidad.
Asienta esa felicidad en la roca firme de la fe y de la confianza en Dios.

Descubre a Dios dentro de ti. Llévalo siempre contigo como el mejor amigo. Ámalo como a Él le gusta.

Haciendo eso, puedes vivir tranquilo y totalmente seguro de tu felicidad. Estará asentada sobre el único fundamento imperecedero y eterno: Dios.

Sigue gozando de tus amistades sinceras. Disfruta de la buena salud y del dinero que sin duda te mereces. Goza de la fama que te has conquistado entre la gente. Diviértete sanamente cuanto necesites y puedas.

Pero eso sí, dando ahora, a cada una de esas cosas buenas, su verdadero valor y sentido desde tu amor a Dios.

Si eres capaz de hacerlo, yo no tengo más que decirte. Termina de escribir la conclusión tú mismo. No con palabras, sino con la respuesta de tu vida feliz al reto que han querido ser estas páginas.

¡Vamos! ¿Qué esperas para ser feliz? ¡Empieza ya!

jueves, 16 de abril de 2009

"los crucifijos que molestan y los que no se molestan por que los quiten"

Los crucifijos que molestan y los que no se molestan porque los quiten

La sentencia de un juez de Valladolid por la que se obliga la retirada de los crucifijos que se encuentran en las aulas de un colegio público, está basada en la demanda realizada por el padre de una sola alumna que considera contrarios a sus convicciones los signos religiosos en el centro docente. Nuestros hijos encienden la televisión o un videojuego y ven verdaderas bestialidades. Sin embargo, no veo a ningún padre que denuncie esto y exija un control sobre los programas o películas que se emiten. Pero claro, un crucifijo, que es el símbolo del evangelio que predica la paz y la tolerancia, es peligroso para un niño.
Se supone que el juez es neutral ante el hecho religioso y que solo se ha limitado a aplicar algunos aspectos de la Ley de Memoria Histórica, en cuyo caso la sentencia parece ajustarse a Derecho y, en principio, no habría motivo de escándalo.
El escándalo, en todo caso, es que no hayan aparecido todavía otros padres creyentes del mismo colegio dispuestos a recurrir de inmediato la sentencia, basándose en que la retirada de los crucifijos ofende a sus convicciones y es contraria a la Constitución, por mucho que el juez de Valladolid diga lo contrario. Si tenemos en cuenta que, de acuerdo con las estadísticas, la mayoría de la sociedad española es católica y que el ateísmo solo representa una exigua minoría, lo obvio sería que los católicos se organizaran en defensa de sus creencias.
Pero no ocurre así, por lo que todo lo que esta pasando no cabe extrañarnos. Inclusive la denuncia que hizo un señor este pasado verano en el aeropuerto de Madrid por anunciarse el horario de misas por los altavoces del mismo ó la prohibición de la instalación de Belenes en los colegios.
Mientras haya una minoría que desea una sociedad sin Dios y una mayoría que lo desea pero que se calla, para que no se molesten los no creyentes, proliferaran las normas legales y las sentencias que irán en contra de las creencias religiosas e, incluso, de la propia Constitución, porque aquí cada cual puede interpretarla según su antojo.
Mientras no sean los católicos, en masa, los que voten una alternativa clara al ateismo dominante, las cosas no solo van a continuar de la misma manera sino que se agravarán. El ateismo solo entiende de imponer sus propias convicciones en contra de quien sea, de acuerdo con sus esquemas totalitarios. Y que no se diga, en este contexto, que los católicos, a su vez, también tratan de imponer su doctrina porque eso no es cierto.
El cristianismo no puede ni debe emprender por cuenta propia la empresa política de construir una sociedad lo más justa posible. No puede ni debe sustituir al Estado. Tampoco quiere imponer a los que no comparten la fe, sus propias perspectivas y modos de comportamiento.
Pero hay que añadir algo que los ateos acaso, no comprendan nunca: que el amor no puede ser regulado por ninguna norma estatal o económica y que siempre será necesario incluso en las sociedades más justas.
En fin, hay que comprender que el Evangelio, no deja de ser una cita literaria, sin peso alguno en quienes desoyen la razón y el sentido común. Ahora lo que se estila es justo lo contrario: un simple “slogan” como el utilizado por un grupo de ateos en los autobuses : “Dios no existe, disfruta y haz lo que quieras...”
Marcelo Cruz Marquez