jueves, 28 de agosto de 2008

LA DIGNIDAD DE SER HOMBRE

Autor: P. Fernando Pascual Fuente: Catholic.net Un valor no cotizable: la vida de cada hombre
Defender el puesto del hombre como ser digno de respeto

Un valor no cotizable: la vida de cada hombreEl problema de la vida no se plantea jamás en soledad. El hombre sabe que vive gracias a otros, que crece desde las decisiones de muchas personas, y que se integra en la sociedad mediante procesos muy complicados de inculturación y socialización (dos palabras que “llenan la boca”, aunque no siempre sepamos definir exactamente lo que significan...), en los cuales intervienen muchas personas (papás, profesores, amigos, televisión, etc.).Por lo mismo, es posible que surjan una serie de disyuntivas, que requieren buscar respuestas coherentes, tanto a nivel filosófico como a nivel religioso.El primer problema puede originarse desde dentro o desde fuera del hombre, y queda formulado con una sencilla pregunta: yo, ¿para qué existo? ¿Cuál es el papel, en el gran concierto de la existencia humana, de mi vivir y actuar? Tales preguntas nacen cuando uno no conoce verdaderamente el sentido de su vida, ni su valor, ni su utilidad. Ante un vegetar invadido por la cotidianidad, en el que se suceden los hechos sin ningún orden ni concierto, y en el que se da más un “ser vivido” que un asumir el protagonismo de la propia biografía, no es raro que llegue el momento de la pregunta radical, que deja al desnudo el vacío profundo de una personalidad sin fines ni metas.Es importante notar que esta pregunta, nacida desde lo más profundo del corazón, no es sólo propia del existencialismo contemporáneo. La historia nos presenta ejemplos de seres como nosotros que, ante un desastre tribal o ecológico, una enfermedad, la muerte de un ser querido, la traición y el abandono de los que eran considerados amigos, una ancianidad prolongada en medio de la soledad y el abandono, han llegado a la desesperación, al hastío, al suicidio. La vida, para tales personas, quedó ensombrecida por la duda radical, esa que nace de una creencia de base: yo no tengo ya nada que aportar a la sociedad, ni el mundo externo espera nada de mí.Desde dentro, pues, puede nacer la sensación del “sobrar”, del estar de más, del no poder contribuir en nada a la sociedad. Pero también se producen impulsos ciegos (a veces con vestiduras racionales) “desde fuera”, en grupos sociales o en personas particulares, para quienes una determinada vida (o las vidas de un entero grupo racial o social) no sólo resulta perjudicial, sino que debe ser eliminada. Nos horrorizan todavía hoy los relatos de exterminios tribales en el mundo antiguo, en el que caían, a filo de espada, los guerreros vencidos, sus mujeres y sus niños, y nos llena aún más de dolor y de rabia el constatar que tales excesos no sólo no han sido erradicados, sino que han continuado incluso en el mundo moderno, ante los ojos atónitos de los reporteros que filman horrores ingentes.En el fondo de tales comportamientos subyace una visión del “otro” como enemigo del propio bienestar. El bien común debe regir la vida social, en esto podemos estar todos de acuerdo.
No nos ponemos en sintonía, en cambio, cuando se trata de decidir si tal o cual medida gubernativa favorecerá o no el bien de la sociedad. Y los problemas son mayores cuando se trata de decidir qué tipos de comportamientos personales deben ser impedidos en orden a la prosecución del bien común.En este sentido, conviene recordar que el bien común se entiende siempre en función de la realización de todos los miembros de la sociedad.
Nunca, en nombre de tal realización, será lícito colocar a seres inocentes e indefensos, según parámetros más o menos arbitrarios, y según las posibilidades de la propia posición de fuerza y poder, al margen no sólo del acceso a los bienes a los que todos tenemos derecho, sino como si fuesen enemigos del mismo bienestar social. Si bien es verdad que cierto tipo de personas (supuestamente responsables de sus actos) dañan con sus comportamientos la convivencia ciudadana, y merecen por ello la cárcel, también es cierto que jamás la vida de ningún hombre o mujer, en sí misma considerada, puede ser estimada como perjudicial para la realización del bien común social.
Tal afirmación, de un valor indiscutible hasta hace poco en la tradición filosófica occidental más genuina, se encuentra ahora en entredicho. Los padres tienen el poder virtual de decidir si su hijo recién concebido resulta o no nocivo según sus propios proyectos de realización personal, con la puerta siempre abierta a la “solución” del aborto (sin hablar de los casos de infanticidio que de vez en cuando saltan a la luz pública, y de todos aquellos que nos resultan desconocidos, pero no por ello dejan de ser menos reales). La misma sociedad, a nivel nacional e internacional, impone en no pocos casos a las parejas sistemas de control demográfico, incluso con ardides y trampas que van desde la esterilización forzada e indiscriminada a sutiles programas televisivos en los que el modelo subrepticio parece repetir, una y otra vez: “la familia pequeña vive mejor”...
La filosofía tiene que hacer notar el error de las posturas ideológicas, o de las actuaciones personales o comunitarias, que hagan del “otro” o de los “otros” simples datos o factores subordinables a programas más o menos ingeniosos, pero muchas veces contrarios al respeto que se debe a cualquier vida humana.En el proceso de globalización hace falta levantar bien en alto la bandera del pensamiento humanístico y cristiano, que defienda el puesto del hombre como ser digno de respeto, por encima de la pobreza o la riqueza, de la edad, de la cultura, de la función social que se ejerza o de las cualidades físicas que puedan adornar o afear el rostro misterioso de cualquier compañero de camino.Desde ese respeto y, más en profundidad, desde el amor verdadero, cada uno podrá descubrir el sentido de su vida, podrá reconocer su dignidad, podrá caminar “con la cabeza en alto”, incluso si vive largas jornadas acostado en su lecho de dolor, sabiendo que su vida vale mucho, muchísimo, más allá de las subidas o bajadas de las bolsas de México, New York, Tokio, Sao Paolo o Londres.

MI CORAZÓN ESTÁ INQUIETO

http://www.capellania.org/corinquieto/Programa1.htm

Queridos amigos prometo aprender la forma de acercaros buenos articulos, para que os ayuden de forma amena a encontrar otro sentido a nuestras vidas, pero mientras no aprenda, aqui os dejo un enlace, pinchar sobre el, o copiarlo y pegarlo en vuestro explorador.

Descubramos y hagamos de internet, un medio de cultura, de aprender, y de comunicarnos, pero sin abusar, feliz comienzo de curso a todos.
el administrador de adelfa. asociación cultural de familias del pueblo de La Algaba, Sevilla.

cultura de muerte....

Llamado a los fieles de la Arquidiócesis de México en defensa de la vida de los niños no nacidos


¡Queridos fieles, hermanos en Cristo Jesús! Estamos viviendo con profundo dolor el hecho de que la Suprema Corte de Justicia de la nación avaló jurídicamente una ley inmoral que no sólo despenaliza el aborto, sino que lastima y vulnera los derechos primordiales del ser humano. Esta decisión podrá hacer legal lo criminal, pero nunca podrá hacer moral lo que, de suyo, es abominable como es el asesinato de seres inocentes en el vientre de sus madres. Ninguna corte pude contradecir la ley suprema de Dios que nos ordena: ¡No matarás! La Iglesia, que fue convocada por Jesucristo para defender la vida y ser esperanza de vida aún en las condiciones más adversas, tiene ante sí una nueva oportunidad de responder con acciones concretas frente a la cultura de la muerte que se ha impuesto en nuestra ciudad. El futuro de esta nación -queridos hermanos- depende de ustedes, pues ante el temor generalizado por la violencia en las calles y la destrucción que deja tras de sí el narcotráfico, se suma ahora la violencia institucional, avalada por la justicia, que no detendrá la pérdida de la vida de millones de niños inocentes, y que será causa del consecuente daño físico, moral y espiritual de las mujeres que vivan este trágico suceso. A ello se agrega también nuestra preocupación por las almas y por la conciencia cristiana que carga no sólo con el terrible peso del pecado, sino también con el riesgo de la indiferencia y el relativismo moral. La Arquidiócesis de México, conmovida por estas razones, se ha dirigido en diversas ocasiones a los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, ante quienes ha manifestado de manera clara su postura, que no es otra que la del Evangelio de Jesucristo que venció a la muerte y vino a dar vida en abundancia. La Iglesia Católica ha defendido y defenderá siempre el respeto a la vida desde su concepción hasta su fin natural. Defiende a cada niño concebido, pues su existencia es un don de Dios que estamos obligados a proteger. Pero tampoco nos son ajenas las mujeres que sufren la violencia, la marginación, el abandono, la ignorancia o se ven obligadas, por su pareja o familia, a ejecutar el terrible acto del aborto. Por esta razón, y para prevenir la tragedia del infanticidio, hago un llamado a los católicos a ofrecer ayuda inmediata a aquellos que se encuentran en esta difícil situación. Las complicaciones de índole material o de salud no debieran inducir nunca a ninguna madre a asesinar la vida concebida. “¡Salvemos a cada niño concebido!”, como clamó nuestro amado Juan Pablo II. Un servidor, como cabeza de esta Iglesia particular en unión con mis obispos auxiliares, convocamos a todos los sacerdotes y religiosos de esta Iglesia que peregrina en la ciudad de México a atender de forma desinteresada, decidida y sacrificada a todo aquel que tenga en mente acabar con la vida del concebido. Les suplicamos, escuchen y orienten principalmente a las madres que experimentan en su vientre el milagro de la vida. De igual modo, hermanos en el ministerio sacerdotal, estén prestos y diligentes para administrar el sacramento de la Reconciliación y orientar a quienes por desgracia han participado del execrable crimen del aborto. Nos dirigimos también, en el nombre de Dios, a los médicos y enfermeras, principalmente a aquellos que han sido bautizados en la fe católica, para que protejan a toda costa la vida de los niños concebidos y sean fieles a su vocación y conciencia cristiana. Les conmino a ejercer su derecho de objeción de conciencia y repudiar en sus espacios laborales este acto de lesa humanidad. Así mismo, llamamos a las autoridades sanitarias a que, acatando la ley, respeten la conciencia de los médicos que se rehúsen a practicar estos espantosos asesinatos. Hacemos un llamado también a todas las religiosas y responsables de casas conventuales para que -según su carisma y apostolado- acojan a las madres embarazadas en situación de desamparo, o a los hijos de éstas, para que el amor de su comunidad sea signo sensible de hermandad cristiana y del amor de Dios entre los más necesitados. Tengan siempre presentes las palabras de Cristo: “Quien recibe a uno de estos pequeños en mi nombre, a mí me recibe” (Mc 9, 37) Llamamos también a todos aquellos laicos que se desempeñan en el ámbito gubernamental o empresarial, y en cuyas manos se encuentra la posibilidad de procurar beneficios a las mujeres en situación de embarazo, a participar activamente en la tarea de salvar a los niños concebidos, procurando leyes que ayuden a las mujeres y promoviendo empleos dignos que permitan el sano desarrollo de la familia. Pedimos a las autoridades no negar la oportunidad de una ayuda económica digna a mujeres embarazadas, portadoras de la vida y del futuro de nuestra sociedad. Por último, hacemos un llamado a todas las familias a actuar con bondad y cariño para que toda mujer viva su embarazo con la mayor protección y cuidado de sus parejas, padres, parientes y amigos, porque no hay mayor dolor que ser rechazado o señalado por la propia familia o la sociedad. ¡Que reine Jesús por siempre, que reine su corazón lleno de amor, perdón y misericordia!, y que nos dé el coraje para enfrentar los retos a los que este doloroso momento nos obliga. Que Santa María de Guadalupe, madre de todos los mexicanos y a quien pertenece nuestra nación, nos ampare en su amoroso regazo y nos cuide en esta difícil situación por la que atraviesa nuestra amada patria.

Fuente: Emmo. Sr. Card. Norberto Rivera Carrera Arzobispo Primado de México

miércoles, 27 de agosto de 2008

Situación en la FAMILIA en el mundo de hoy

Autor: S.S. Juan Pablo II Fuente: Familiaris consortio

6. La situación en que se halla la familia presenta aspectos positivos y aspectos negativos: signo, los unos, de la salvación de Cristo operante en el mundo; signo, los otros, del rechazo que el hombre opone al amor de Dios.En efecto, por una parte existe una conciencia más viva de la libertad personal y una mayor atención a la calidad de las relaciones interpersonales en el matrimonio, a la promoción de la dignidad de la mujer, a la procreación responsable, a la educación de los hijos; se tiene además conciencia de la necesidad de desarrollar relaciones entre las familias, en orden a una ayuda recíproca espiritual y material, al conocimiento de la misión eclesial propia de la familia, a su responsabilidad en la construcción de una sociedad más justa. Por otra parte no faltan, sin embargo, signos de preocupante degradación de algunos valores fundamentales: una equivocada concepción teórica y práctica de la independencia de los cónyuges entre sí; las graves ambigüedades acerca de la relación de autoridad entre padres e hijos; las dificultades concretas que con frecuencia experimenta la familia en la transmisión de los valores; el número cada vez mayor de divorcios, la plaga del aborto, el recurso cada vez más frecuente a la esterilización, la instauración de una verdadera y propia mentalidad anticoncepcional.En la base de estos fenómenos negativos está muchas veces una corrupción de la idea y de la experiencia de la libertad, concebida no como la capacidad de realizar la verdad del proyecto de Dios sobre el matrimonio y la familia, sino como una fuerza autónoma de autoafirmación, no raramente contra los demás, en orden al propio bienestar egoísta.Merece también nuestra atención el hecho de que en los Países del llamado Tercer Mundo a las familias les faltan muchas veces bien sea los medios fundamentales para la supervivencia como son el alimento, el trabajo, la vivienda, las medicinas, bien sea las libertades más elementales. En cambio, en los Países más ricos, el excesivo bienestar y la mentalidad consumística, paradójicamente unida a una cierta angustia e incertidumbre ante el futuro, quitan a los esposos la generosidad y la valentía para suscitar nuevas vidas humanas; y así la vida en muchas ocasiones no se ve ya como una bendición, sino como un peligro del que hay que defenderse.La situación histórica en que vive la familia se presenta pues como un conjunto de luces y sombras.Esto revela que la historia no es simplemente un progreso necesario hacia lo mejor, sino más bien un acontecimiento de libertad, más aún, un combate entre libertades que se oponen entre sí, es decir, según la conocida expresión de San Agustín, un conflicto entre dos amores: el amor de Dios llevado hasta el desprecio de sí, y el amor de sí mismo llevado hasta el desprecio de Dios (16).Se sigue de ahí que solamente la educación en el amor enraizado en la fe puede conducir a adquirir la capacidad de interpretar los "signos de los tiempos", que son la expresión histórica de este doble amor.--------------------------------------------------------------------------------Notas16. Cfr. S. Agustín, De Civitate Dei, XIV, 28: CSEL 40, II, 56 s

martes, 26 de agosto de 2008

"Sin el DON de la VIDA, toda oportunidad se extingue......"

El Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), Mons. Carlos Aguiar Retes, apareció en televisión de señal abierta para emitir un mensaje a favor de la vida, mientras la Suprema Corte de Justicia de la Nación decide la inconstitucionalidad de la despenalización del aborto en el DF. HAZ CLICK AQUÍ PARA VER EL VÍDEO A nombre de todos los obispos del país, Mons. Aguiar Retes se presentó en el canal 2 de Televisa teniendo como fondo a la Virgen de Guadalupe, al Papa y la bandera de México, para recordar que "la defensa de un ser humano recién concebido debe acompañarse de la defensa de la dignidad de la mujer, respetar el derecho a la vida se encuentra en la base de la auténtica democracia y del verdadero estado de derecho". El también Obispo de Texcoco destacó "entre los desafíos que enfrentamos los mexicanos", "el respeto a la vida humana desde la concepción y hasta la muerte natural" y recordó que "sin el don de la vida, toda oportunidad se extingue". Mons. Aguiar precisó que "la dignidad humana no depende de la cultura, raza, sexo, convicciones políticas, creencias religiosas, desarrollo de las capacidades intelectuales o edad de la persona. Todo ser humano posee la misma dignidad y merece el mismo respeto en sus derechos fundamentales". "Ninguna situación, por excepcional que sea, justifica que alguien lastime la dignidad de las personas, en especial de las más vulnerables, las marginadas o indefensas. La defensa valerosa de un recién concebido, debe estar acompañada de la defensa, igualmente decidida, de la dignidad de la mujer que vive un embarazo inesperado", precisó. En este sentido, pidió a todos, como sociedad, "trabajar para que ninguna mujer se sienta condenada, rechazada, sola o abandonada al encontrarse en esa situación. Es un deber humano atender solidariamente, a la mujer que lleva un hijo en su vientre. De este acompañamiento depende, en buena medida, que el aborto no sea la opción a escoger". "Hoy, más que nunca, garantizar el derecho a la vida y de manera igual para todos, es un deber de cuyo cumplimiento depende el futuro de la humanidad", agregó. Mons. Aguiar señaló que "cuando en una sociedad se debate la despenalización del aborto, lo que en el fondo se discute es el futuro de una nación. Reconocer y respetar el derecho a la vida, se encuentra en la base de la auténtica democracia y del verdadero Estado de Derecho". Asimismo, manifestó la confianza de los obispos en las instituciones de la República y consideró como histórica "la misión que hoy tiene la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al analizar las leyes que despenalizan el aborto en el Distrito Federal". "Como ciudadanos, confiamos en que los señores ministros cumplirán su labor con responsabilidad. Esperamos que su decisión esté orientada por la justicia, el derecho, la verdad y el bien común", agregó. Finalmente, sostuvo que "el derecho de una persona, no debe prevalecer sobre el derecho de otra. La defensa y promoción de la vida, es responsabilidad de todos. En consecuencia, corresponde ahora trabajar decididamente por una cultura de la vida que a nadie excluya. El derecho a la vida y su respeto absoluto, debe ser la base de nuestra democracia".
Fuente: Aciprensa.com Autor: Conferencia del Episcopado Mexicano MÉXICO D.F., 25 Ago. 08 / 05:04 pm (ACI).-